jueves, 11 de octubre de 2007

RETAZOS DE FOTOGRAMAS

Un año más San Sebastián volvía a extender la alfombra roja para engalanar su festival de cine. Con el teatro Victoria Eugenia recién remodelado este 55 aniversario ganaba glamour y por primera vez dos directoras españolas, Iciar Bollaín con ‘Mataharis’ y Gracia Querejeta con ‘Siete mesas de billar francés’, competían por la Concha de Oro. La cosa prometía.

El Festival Internacional de Cine de San Sebastián es un collage de secciones en las que el aficionado se funde zigzagueando: ahora voy a Zabaltegi, me gustaría ver esta película de la Oficial, qué tal será esa del ciclo ‘Horizontes latinos’…. Cada año dedican espacios a determinados directores, y esta vez les tocó el turno a Philippe Garrell (encontré a una chica de Madrid que había ido a San Sebastián sólo por este ciclo) y a Henry King; el particular estilo dogma también encontró su hueco en la sección ‘Fiebre helada’ y la actriz que recibía el Premio Donostia Liv Ullmann protagonizaba una retrospectiva a ella dedicada.
Sólo disponía de un fin de semana para acudir a este maratón cultural y procuré picotear de cada oferta, tambaleándome entre las pocas entradas que quedaban libres y las interminables colas de cada cine.Son varios los lugares elegidos para proyectar las películas del Festival: el Kursaal (1 y 2, dos cubos para dos salas), el Teatro Victoria Eugenia (maravilloso, elegante, señorial…), los cines Príncipe y los cines Antiguo. Pero acudir al zinemaldia de San Sebastián no es sólo ver películas, es realizar una inmersión en un ambiente bohemio y moderno a la vez, donde los críticos más serios se mezclan con los DJs de las fiestas nocturnas, donde las luces y los flashes acompañan cada paso hasta dotarlo de una irrealidad despreocupada, como si el Festival no acabara nunca y se detuviera el tiempo en la magia del cine.

Fueron dos las cosas que aprendí con este festival. La primera es que tienes que comprar las entradas por internet, con suficiente antelación, para no estar al amparo de aquello que otros dejan, porque puedes ver auténticos bodrios (‘Le lit de la vierge’ de Philippe Garrel, no sé cómo me dejé convencer por aquella que vino de Madrid). Y la segunda es que tienes que llevar siempre una cámara de fotos porque nunca se sabe cuando vas a ver a algún famoso. Yo vi a tres: a Paul Auster, el escritor, que presentaba su película ‘The inner life of Martin Frost’ (a mí me gustó pero hubo quienes vieron muchas similitudes con otros filmes); vi también a Nuria González, la actriz que encarna a Candela en la serie de televisión ‘Los Serrano’ (como decía una señora que estaba a mi lado “Si la ves por la calle ni te enteras”) y pude ver también a….. tachán, tachán ¡¡Richard Gere!!. El galán de Hollywood recién galardonado Premio Donostia derrochó naturalidad y cercanía entre el público que acudió a verle pasar (llegó a las doce de la noche y eran muchos los que le esperaban en la puerta del Hotel Maria Cristina, antes de que al día siguiente cruzara entre la muchedumbre el puente entre el Kursaal y el Teatro Victoria Eugenia, lo moderno y lo antiguo, demostrando que se puede ser famoso sin ser divo). Viendo la seguridad que irradiaba y la paz de su aura, lo mismo hasta me hago budista.

No vi ninguna de las películas ganadoras, pero probablemente se estrenen la mayoría en las salas de cine convencionales. Habrá que estar atentos.


PALMARÉS

Concha de Oro a la mejor película: 'A thousand years of good prayers' de Wayne Wang.
Premio especial del jurado: 'Buddha collapsed out of shame' de Hana Makhmalbaf.
Concha de plata al mejor director: Nick Broomfield por 'Battle por Haditha'.
Concha de plata a la mejor actriz: Blanca Portillo por 'Siete mesas de billar francés' de Gracia Querejeta.
Concha de plata al mejor actor: Henry O por 'A thousand years of good prayers' de Wayne Wang.
Mejor fotografía: Charlie Ham por 'Exodus'.
Mejor guión: Gracia Querejeta y David Planell por 'Siete mesas de billar francés' y John Sayles por 'Honeydripper'.
Premio del público: 'Caramel' de Nadine Labaki.
Premio del público a la mejor película europea: 'La escafandra y la mariposa' de Julian Schnabel.

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